lunes, 12 de marzo de 2012
El regreso.
Creo fielmente que el cambio puede hacer maravillas por alguien. Vean a mi madre, que después de que sufrió por cambiarse de casa, decidió que las cosas materiales no eran tan indispensables. O a mi hermano. La adolescencia le ha pisado los talones y, a pesar de sus eventuales crisis de enfurecimiento, está tranquilo suficiente para alguien de su edad. A mi papá, que a lo largo de los años ha cambiado de ser alguien que no encaja en la sociedad, a alguien que le gusta celebrar su cumpleaños con las personas que ama. Y finalmente a mí. Que he pasado por tantos cambios en mi vida (físicos y de personalidad) que me imagino si hay algún límite, algún número de cupones de cambio que ya haya gastado. Pues supongo que no, porque lo he vuelto a hacer.
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